Las compañías tecnológicas manejan una enorme cantidad de datos y por eso mismo deben esforzarse más no solo en ser sino también en mostrarse confiables. Ya sabemos que de nada sirve que sean impecables en sus procesos si no pueden comunicarlo con claridad a su público interno y externo. Aquí es donde entra en juego la transparencia.

Además de sonar muy bien en el plano conceptual y metafórico, la transparencia implica mucho trabajo. No es un valor que se impone, sino más bien uno que se construye de adentro hacia afuera.

Esto quiere decir que, si nuestra empresa adquiere credibilidad frente a sus colaboradores, es muy probable que sean ellos mismos quienes impregnen con esta esencia sus proyectos y negociaciones con clientes, proveedores, partners y competidores.

En tiempos en los que la corrupción es moneda corriente en la mayoría de los espacios, la transparencia es un ítem observado y muy evaluado en el entorno empresarial. Cuando una organización demuestra apertura, se expone y visibiliza sus operaciones, se diferencia del resto y avanza mil casilleros en el juego de la vida con su público.

Por ejemplo, Red Hastings -cofundador, presidente y director ejecutivo de Netflix– calculó la cantidad exacta de transparencia para llevar a cabo su receta de empresa sólida y extraordinaria que le ha valido la admiración de todo el mundo corporativo.

Hastings creó una cultura organizacional posindustrial sin reglas, en la que los colaboradores militan una libertad responsable basada en el diálogo y la autoevaluación, dos ingredientes que, sin duda, estimulan la honestidad y la contribución creativa genuina a la compañía.

También es cierto que la implementación de políticas de transparencia puede generar rispideces e incomodidades entre los colaboradores, pero será tarea de los líderes o referentes de área acompañar el proceso de cambio, comunicarlo efectivamente y brindar todas las herramientas necesarias para superar la resistencia a la transformación.

En este punto, es prioritario definir qué información debe ser compartida, cómo se dará a conocer y cuáles serán los canales más adecuados para hacerlo. Además de relevante y precisa, para garantizar la transparencia la comunicación debe ser abierta, honesta y accesible para todos los miembros de la organización.

Por eso, las empresas -más aún las del mundo IT- deben poner a disposición sistemas de gestión de información y herramientas de colaboración en línea a fin de promover el acceso libre, la visibilización de procesos y resultados y el feedback en los equipos. Es en estos espacios de comentarios y sugerencias donde aparecen dudas, pero también oportunidades para mejorar e identificar riesgos.

Es un hecho que cuanto más crecen las empresas tecnológicas, mayor es la transparencia que se les exige en sus prácticas. Fomentar este valor requiere un cambio cultural, personal y organizacional inminente y muy demandado por un contexto mundial en el que la ética en la tecnología es un must have.

“¡Más claro, echale agua!”